¿Tienes una contractura o lesión recurrente que aparece y desaparece cuando le apetece? ¿Te has planteado la posibilidad de que no sea por algo que hagas mal (posturas o ejercicios) sino por algo que no marcha bien dentro de tu boca?

Sí. Parece impensable, pero tu boca tiene mucho más que ver con el equilibrio de tu cuerpo de lo que crees. Y es que tenemos una articulación que se encarga de controlar ese equilibrio que se transmite al resto del cuerpo: la articulación temporomandibular.

Esta articulación que une nuestra mandíbula con el cráneo y que se sitúa junto al lóbulo de la oreja, cumple la función de hacer de guía del equilibro para que nuestro cuerpo adopte una buena postura.

¿Qué implica eso? Que a nuestro cuerpo le afecta tanto cómo muerdas, como cualquier alteración de su estado habitual (la pérdida de una pieza dental, por ejemplo).

En el caso concreto de la mordida, cómo encajen nuestros dientes entre sí determinará cómo distribuya nuestro cuerpo su peso, y a su vez, la probabilidad de tener más lesiones o contracturas.

Podemos hacer una clasificación de tipos de mordida:

  • Denominamos clase I a la oclusión correcta entre el maxilar y la mandíbula. En este caso el peso de nuestro cuerpo estará bien equilibrado.
  • Cuando una persona ocluye en clase II, su mandíbula muerde más atrás de donde debería, y, por tanto, se produce un resalte de la arcada superior frente a la inferior. Para compensar este defecto, el peso del cuerpo tenderá hacia delante, por lo que es posible que se sufran lesiones o contracturas.
  • En aquellos casos en los que se produce una clase III, la mandíbula muerde más delante de donde debería e incluso puede llegar a cubrir los dientes superiores. Estas personas tenderán a cargar el peso de su cuerpo hacia atrás, y al igual que en la clase II, pueden sufrir diversas dolencias.

Para corregir las mordidas incorrectas será clave la prevención, ya que estos defectos esqueléticos que pueden ser fácilmente corregibles con ortodoncia en edades tempranas, sólo pueden corregirse con cirugía una vez que dejamos de crecer.

Así que, si crees que podrías sufrir contracturas provocadas por tu forma de morder, ¡acude a un ortodoncista para que te haga una valoración!

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